a meri siempre le brillan los ojos como si acabara de llorar mira con asombro como su gata briqueta a través de la ventana meri cose porque la abuela cose telas a lunares festones parches con hilos de color cuando la abuela llama desde la pampa hay debajo de sus párpados dos hojas de gomero lustradas por la lluvia cuando meri llama desde buenos aires chila vuelve a verla sentada en un banquito de madera vistiendo a la muñeca con un retazo de pañolenci azul
la costurerita
a meri siempre le brillan los ojos como si acabara de llorar mira con asombro como su gata briqueta a través de la ventana meri cose porque la abuela cose telas a lunares festones parches con hilos de color cuando la abuela llama desde la pampa hay debajo de sus párpados dos hojas de gomero lustradas por la lluvia cuando meri llama desde buenos aires chila vuelve a verla sentada en un banquito de madera vistiendo a la muñeca con un retazo de pañolenci azul
Palabras de Laura Yasán para la presentación de Estuario
Ed. En danza, 2008
Ya en su primer libro Caballos de arena desplegó una solidez estética y trabajó el universo metafórico desde lo urbano hasta lo místico, desde lo íntimo hasta lo social.
En este nuevo libro nos entrega una lírica despojada, nítida y absolutamente visual.
Estuario, que según mi diccionario escolar es una porción de un río o parte del mismo en que es sensible la marea, eso que fluye y marca y no es jamás igual en el recuerdo, la niñez, sus preguntas ¿para que ponerle pasto a los camellos si hasta donde se pierde la vista hay puro campo y cielo?¿quien le lava la ropa de los reyes magos?
Vestidos nuevos que una madre cose bajo una lámpara de querosén, una caja blanca en el cementerio, cuadernos de música, minúsculos hombrecitos con guitarra
Como una sombra, como un desdoblamiento, como un contrapeso necesario para que funcione el equilibrio del mundo, nace barby, asi como hay un dios y un diablo, como existe la verdad y la mentira. Mientras esa voz, ese yo poético cruza la infancia, barby le muestra todo lo que nunca podrá ser.
La estructura de este poemario tiene una respiración peculiar, es un continuo que no se detiene, como si fueran ladrillos de historia, rectángulos como cajas de sentido, de emociones clasificadas en hitos, en pequeños momentos en apariencia intrascendentes pero a la luz del tiempo transcurrido son marcas profundas donde Marisa debajo de la mesa escribe contra el miedo en la oscuridad. Barby le susurra que el blanco engorda mientras peina papeles plateados y Marisa camina por la soga encendida y cae del lado del veneno, ese otro lado del mundo. Cae en el regazo del abuelo que llora Y su llanto es un volcán de leche desolada y huele a glostora y es de pronto su propio hijo en brazos, la sangre que continúa su árbol genealógico, su derrotero natural.
En estuario conviven dos miradas, la mirada retrospectiva del adulto, todos los filtros que la memoria encuentra para procesar la historia, los recuerdos astillados, incompletos que la memoria minuciosamente rellena hasta rescatar un film distorsionado y la mirada de la niña, que resistió fresca, inocente, y capturó cada detalle, una pelusa, un botón, un hilo verde para coser todas las preguntas en un vestidito de fiesta.
La primera parte de este libro abre con una cita de la poeta argentina Olga orozco: pero aquí estoy, sobre mi pedestal partido por el rayo vuelta estatua de arena, puñado de cenizas para que tu inscribas la señal, los signos con que habremos de volver a entendernos. La segunda parte abre con una cita de la poeta uruguaya Delmira Agustini: perenne mi deseo, en el tronco de piedra, ha quedado prendido como sangrienta hiedra; y desde entonces muerdo soñando un corazón. Ese latir es una música que no cesa a lo largo de todo el poemario, al igual que una imagen materna que todo lo atraviesa, una presencia fuerte y casi omnipresente por momentos y en otros frágil o abrumada. Cito “tu madre era una reina, el aliento del mundo se detenía a su paso y eran su boca el cielo y el infierno” “dicen las lenguas que Gardel venía hasta las quintas de merlo para probar tus ravioles con salsa de almendras”.
La infancia se repite como un piano mudo en un pueblo de provincia, no pasa nada, el mundo es la madre, los hermanos, los abuelos, las tias, el liceo de señoritas, las primitas muertas, entonces, la niña escribe “temprano la palabra hace sombra debajo de las piedras, anuncia fulgores por venir y es un murmullo que navega la casa” .
Visiones como destellos que cruzan el cielo del ayer , cito “vendrán otros días los he visto enterrar sus máscaras en el jardín quemar esta selva de papeles en la que me oculto vendrán otros días en la estación de fuego.”
La tercera y última parte de este estuario sensible a las mareas y al mínimo desequilibrio en las coordenadas de la memoria, abre con una cita de Leopoldo Marechal: Cuatro elementos en guerra forman el caballo salvaje. Domar un potro es ordenar la fuerza y el peso y la medida: es abatir la vertical del fuego y enaltecer la horizontal del agua: poner un freno al aire dos alas a la tierra. Con cierta coherencia esta parte es cosa de hombres, de caballos, de peones y patrones, de jokeys de Firpo y podio y gloria y tango, cuchilleros, estribos lomo cuero húmedo polvo donde se va perdiendo la voz de la niña, alejando en una nave hacia la tierra de la decepción, y, con barby susurrándole en la nuca, Marisa Negri, la poeta, suelta la mano de la niña y sabe que las historias no pueden contarse hacia atrás sin cruzar un puente lleno de huellas equívocas y que, para dar con las correctas, hay que pagar un peaje caro, porque ese lugar no queda en un lugar sino en el adentro donde un capullo acorazado guarda los tesoros y no te los entrega si no mostrás a cambio, extendiéndolo en toda su dimensión, el vacío que crece indefinidamente en ese territorio , cuando la infancia acaba..
Laura Yasan noviembre 2008
Estuario en la Galería Masottatorres
Bustriazo Ortiz en la presentación de estuario
La fiesta se completó con las canciones y presentación de Luis Hardoy y los grabados de Lorena Pradal.
vinieron los ángeles no se trató sin embargo de una visita amistosa uno recortaba su silueta celeste a los pies de mi cama hubo espasmos tironeos venían por mi alma y ésta subía y bajaba a través del cuerpo resistiéndose a salir levantaron una columna de fuego querían asustarme yo soy la fuerza fui repitiendo con la voz quebrada de las apariciones los rojos adquirieron consistencia cierta viscosidad o luminiscencia en el humo de la noche yo soy equilibrio invoqué por las dudas un vapor tornasolado me conmocionaba el rostro apreté los dientes me tapé la cara con la almohada como si un tren se hubiese detenido en medio de la pampa el alma volvió al lugar convenido quedaron sobre el acolchado canutos descoloridos algunos botones del viejo costurero cosas de la batalla
cómo echar llave en una casa sin puertas el jardín selva inexpugnable televisión encendida crujido de motores ella ordenaba el caos ella me quería de su lado y no supe no pude lo aprendí más tarde el gesto de la abuela cerrando las persianas la siesta delantal cargado de naranjas la jaula vacía los perros el cuarto de planchar no quiero salir no voy a bañarme no debajo de la mesa el mundo es otro mundo la oscuridad huele a alcanfor escribo contra el miedo
ah si tu madre era una reina el aliento del mundo se detenía a su paso y era su boca el cielo y el infierno confundidos la noche del baile tu padre llegó a la madrugada oí entre sueños el runrún de la dkw me despertó agitado conocí una francesita dijo y yo que le leía el peso del alma en la pisada supe que los dioses lo habían elegido la estrella del rockabilly cedía su puesto ahora los mortales tendrían una chance
el jugo oscuro de la zarzamora escurriéndose en la boca hablo con la señora del espejo le cuento del ala de mariposa que encontré bajo la piedra y ella ríe con sus labios violáceos su vestido verde la mano hacia atrás se alimenta de polen igual que las abejas o de los frutos rojos del ligustro quiere que vaya más allá del reino al otro lado de la calle una ofrenda de frutos y bolillas del paraíso para permitirme el paso
el jardín delante de la casa el silencio de la siesta en un pueblo de provincias
un tazón de lluvia el suave alcanfor de la tarde y una corteza seca asisten a la última floración del cactus
navío o deslumbre una hormiga en viaje el mantel tendido sobre el pasto
las palmas sobre la tierra verde estambres que propician la memoria del mar una mariposa posada en su sombra anuncia la llegada del rey colibrí
agua que cesa sobre los techos ojos untados con almizcle un arpegio antiguo crece entre las adelfas
a meri siempre le brillan los ojos como si acabara de llorar mira con asombro como su gata briqueta a través de la ventana meri cose porque la abuela cose telas a lunares festones parches con hilos de color cuando la abuela llama desde la pampa hay debajo de sus párpados dos hojas de gomero lustradas por la lluvia cuando meri llama desde buenos aires chila vuelve a verla sentada en un banquito de madera vistiendo a la muñeca con un retazo de pañolenci azul
caía la tarde el hijo del patrón vino preguntando si precisaba ayuda suspendido de un gancho del techo con las patas a cinco centímetros del suelo estaba el alazán comiendo alfalfa en cuarenta días volvió a caminar el terrón de azúcar más que el premio paseando despacito por las quintas lejos de la gloria
será jockey como su padre mejor que su padre mingo torterolo pondrá al paisito en la gran boca del mundo dos años apenas y ya te ataban a la grupa de un petiso para que te vayas haciendo después alaska la yegua blanca patas firmes ojos dulcísimos y la ovación del hipódromo de maroñas las aguas ondulantes del río de la plata los parientes de la otra orilla las primas de sombrilla y abanico esbeltas como juncos y vos apenas metro y medio treinta y dos kilos pero no sobre alaska o imperio desde el lomo de un caballo el cielo es otro cielo y las mujeres se cautivan con tu estampa el jockey oblea dicen los diarios la promesa oriental rezan algunos y la fama es un pase libre a la noche porteña al tango en los suburbios a la amistad del zorzal a la tournée de buenos aires o parís las mujeres cautivadas y vos apenas metro y medio treinta y dos kilos los ojos dulcísimos de las primas esbeltas como juncos