su hueserío se desliza por la casa quién seré después de tantas despedidas qué músculo o nave quedará en pie cuando el último rastro de todo lo amado se disgregue en la noche
y ella que no viene se digna a dilatar los crisantemos los lentes negros el nudo va dejando sus hilachas ella arrulla la indolencia hasta dejarnos dormidas
Presentación de Estuario en Toay
Stand de Poesía - oculto en el Pabellón Azul de la Feria del Libro
desde su cuerpo encendido
desde su cuerpo encendido se veían las trescientas sesenta y cinco iglesias de bahía bajo la luz del sol la aldea de pescadores donde la mar deseaba morir la hierba verdinegra de chaitén las altas cumbres el nido del águila real era nave o trópico llameante la curva sombreada de su espalda en alas de un volcán sus dedos tatuaban estrelicias sobre papel de arroz y ella blanca roja dorada mieles o perfumes de amar
como todos los días de fiesta
como todos los días de fiesta te peinaron con agua de colonia te almidonaron el traje de marinero desde la sala de recibir se escucha el alboroto de la gente la banda municipal la marcha peronista y no entendés bien dónde está tu padre si es domingo ni por qué las mujeres disimulan con maquillaje la adustez del rostro viene la abanderada de los humildes al pueblo lo dice la radio van a repartir juguetes y caramelos en la estación son sólo niños las escuchaste susurrar en la cocina
la caravana lenta el gentío agazapado para verla como si fuera un santo un domingo de ramos como los reyes magos pero sin carbón un paquete de soldaditos una muñeca un trompo y vos también querías estiraste los brazos justo a tiempo para la pelota a rayas verde y roja pero más rápida que la vista tu madre le devolvió el pase un golazo en plena cara y el tiempo se quebró
se miraron la esposa del preso político la esposa del general perón tembló el sonido de los clarinetes por un segundo y eva alzó la mano a sus guardias para continuar la marcha
por recalde pasan los reyes magos...
por recalde pasan los reyes magos tal vez no en camello sino mas bien en un tordillo pardo enjaezado como para las fiestas mayas esta vez la menor de las niñas aguarda dibujando con tiza bajo el sol abrasador de la siesta a que ocurra el milagro para qué poner pasto se pregunta si todo es campo cielo y alambrado hasta donde la vista se pierde y no tendrán calor con esa ropa se pregunta la niña mientras el zumbido de las moscas es el único signo vivo debajo de la parra quién lava la ropa de los reyes sigue rumiando nancy las otras dos la miran fastidiadas cosas de chicos piensa gladys subida a sus nueve años
dos muñecas rubias y una negra el abuelo juan escondiendo paquetes en los techos los pasteles y los vestidos nuevos que la madre terminó de coser bajo la lámpara de querosén todo eso duerme ajeno a los dolores de cabeza esa rigidez de la nuca los mareos el viaje inútil a la capital esa pequeña caja blanca en el cementerio de olavarría
la costurerita
a meri siempre le brillan los ojos como si acabara de llorar mira con asombro como su gata briqueta a través de la ventana meri cose porque la abuela cose telas a lunares festones parches con hilos de color cuando la abuela llama desde la pampa hay debajo de sus párpados dos hojas de gomero lustradas por la lluvia cuando meri llama desde buenos aires chila vuelve a verla sentada en un banquito de madera vistiendo a la muñeca con un retazo de pañolenci azul
Palabras de Laura Yasán para la presentación de Estuario
Ed. En danza, 2008
Ya en su primer libro Caballos de arena desplegó una solidez estética y trabajó el universo metafórico desde lo urbano hasta lo místico, desde lo íntimo hasta lo social.
En este nuevo libro nos entrega una lírica despojada, nítida y absolutamente visual.
Estuario, que según mi diccionario escolar es una porción de un río o parte del mismo en que es sensible la marea, eso que fluye y marca y no es jamás igual en el recuerdo, la niñez, sus preguntas ¿para que ponerle pasto a los camellos si hasta donde se pierde la vista hay puro campo y cielo?¿quien le lava la ropa de los reyes magos?
Vestidos nuevos que una madre cose bajo una lámpara de querosén, una caja blanca en el cementerio, cuadernos de música, minúsculos hombrecitos con guitarra
Como una sombra, como un desdoblamiento, como un contrapeso necesario para que funcione el equilibrio del mundo, nace barby, asi como hay un dios y un diablo, como existe la verdad y la mentira. Mientras esa voz, ese yo poético cruza la infancia, barby le muestra todo lo que nunca podrá ser.
La estructura de este poemario tiene una respiración peculiar, es un continuo que no se detiene, como si fueran ladrillos de historia, rectángulos como cajas de sentido, de emociones clasificadas en hitos, en pequeños momentos en apariencia intrascendentes pero a la luz del tiempo transcurrido son marcas profundas donde Marisa debajo de la mesa escribe contra el miedo en la oscuridad. Barby le susurra que el blanco engorda mientras peina papeles plateados y Marisa camina por la soga encendida y cae del lado del veneno, ese otro lado del mundo. Cae en el regazo del abuelo que llora Y su llanto es un volcán de leche desolada y huele a glostora y es de pronto su propio hijo en brazos, la sangre que continúa su árbol genealógico, su derrotero natural.
En estuario conviven dos miradas, la mirada retrospectiva del adulto, todos los filtros que la memoria encuentra para procesar la historia, los recuerdos astillados, incompletos que la memoria minuciosamente rellena hasta rescatar un film distorsionado y la mirada de la niña, que resistió fresca, inocente, y capturó cada detalle, una pelusa, un botón, un hilo verde para coser todas las preguntas en un vestidito de fiesta.
La primera parte de este libro abre con una cita de la poeta argentina Olga orozco: pero aquí estoy, sobre mi pedestal partido por el rayo vuelta estatua de arena, puñado de cenizas para que tu inscribas la señal, los signos con que habremos de volver a entendernos. La segunda parte abre con una cita de la poeta uruguaya Delmira Agustini: perenne mi deseo, en el tronco de piedra, ha quedado prendido como sangrienta hiedra; y desde entonces muerdo soñando un corazón. Ese latir es una música que no cesa a lo largo de todo el poemario, al igual que una imagen materna que todo lo atraviesa, una presencia fuerte y casi omnipresente por momentos y en otros frágil o abrumada. Cito “tu madre era una reina, el aliento del mundo se detenía a su paso y eran su boca el cielo y el infierno” “dicen las lenguas que Gardel venía hasta las quintas de merlo para probar tus ravioles con salsa de almendras”.
La infancia se repite como un piano mudo en un pueblo de provincia, no pasa nada, el mundo es la madre, los hermanos, los abuelos, las tias, el liceo de señoritas, las primitas muertas, entonces, la niña escribe “temprano la palabra hace sombra debajo de las piedras, anuncia fulgores por venir y es un murmullo que navega la casa” .
Visiones como destellos que cruzan el cielo del ayer , cito “vendrán otros días los he visto enterrar sus máscaras en el jardín quemar esta selva de papeles en la que me oculto vendrán otros días en la estación de fuego.”
La tercera y última parte de este estuario sensible a las mareas y al mínimo desequilibrio en las coordenadas de la memoria, abre con una cita de Leopoldo Marechal: Cuatro elementos en guerra forman el caballo salvaje. Domar un potro es ordenar la fuerza y el peso y la medida: es abatir la vertical del fuego y enaltecer la horizontal del agua: poner un freno al aire dos alas a la tierra. Con cierta coherencia esta parte es cosa de hombres, de caballos, de peones y patrones, de jokeys de Firpo y podio y gloria y tango, cuchilleros, estribos lomo cuero húmedo polvo donde se va perdiendo la voz de la niña, alejando en una nave hacia la tierra de la decepción, y, con barby susurrándole en la nuca, Marisa Negri, la poeta, suelta la mano de la niña y sabe que las historias no pueden contarse hacia atrás sin cruzar un puente lleno de huellas equívocas y que, para dar con las correctas, hay que pagar un peaje caro, porque ese lugar no queda en un lugar sino en el adentro donde un capullo acorazado guarda los tesoros y no te los entrega si no mostrás a cambio, extendiéndolo en toda su dimensión, el vacío que crece indefinidamente en ese territorio , cuando la infancia acaba..
Laura Yasan noviembre 2008